Por: Profesor Javier Taborda Chaurra, Ph.D
Desperté angustiado. Había soñado que estaba en La Gruta, bajo el chorro de agua helada de la quebrada, cuando de pronto escuché arriba y tras de mi un estruendo impresionante que anunciaba avalancha y deslave. Intenté correr pero casi de inmediato fui abrazado por una mezcla de pantano, agua, ramas, piedras que por poco acaban con mi existencia. Luego, por la fuerza de aquel fenómeno, fui arrojado a una orilla, momento que coincide con la brusca apertura de mis parpados y la vuelta a un estado de intranquila realidad.
La sensación muy vívida en el sueño, es la misma que, recientemente, durante dos semanas experimenté. Es algo así como un vacío intenso. Es algo así como vivir una caída libre sin protección, y sin que allá en lo profundo pueda verse un espacio de aterrizaje seguro. Lo que hay atrás del abdomen parece que sube y baja sin explicación posible, y el pensamiento, en mi caso, en la ruta de caída, va de una cosa a otra, de unos pensamientos a otros y estos a la vez van para allá, para acá, para todos lados sin control.
La sensación de angustia tuvo un suceso desencadenante y del cual derivaron ideas, demasiadas ideas que potenciaban mucho más la sensación vivida.
En un WhatsApp de amigos nos llegó una invitación a la celebración de un cumpleaños. La fiesta de celebración, se decía en el mensaje que, era temática: era una fiesta hawaiana. Inmediatamente con mi esposa nos pusimos en la tarea de conseguir con prisa un presente adecuado para la ocasión y además comprar el vestuario y bisutería necesarios para estar a tono con la temática del evento.
El sábado en la mañana nos levantamos muy temprano. Dejamos al día todos los asuntos relacionados con nuestras responsabilidades de casa y con mucho entusiasmo nos dirigimos al lugar señalado en la invitación. Colocamos el Waze. Conversamos durante todo el recorrido. Al llegar al sector de Santagueda nos dirigimos por ruta empedrada a un sector de condominios y fincas muy bonitas. El Waze anunció que habíamos llegado a nuestro destino. Sin embargo, parqueados frente a un gran portón, no veíamos movimiento. Descendí del auto, miré hacia adentro de la finca por rendijas del portón y nada. Mi esposa llamó a la anfitriona del evento y le dijo:
- Llegamos, estamos en la puerta aquí en Santagueda, y no hay nadie dispuesto para la fiesta.
La anfitriona contestó:
- La fiesta no es hoy, la fiesta es en un mes, pero, mándeme foto de ustedes disfrazados al pie de la puerta, eso me parece muy chistoso.
Reímos y reímos. Sin embargo, después de este suceso, mi cara y actitud alegre se derrumbaron. ¿Cómo era posible que hubiese olvidado la fecha? ¿Qué había ocurrido?
No sé explicar lo que a continuación me ocurrió. Sin una lógica y razón aparente, en mi mente empecé a enlazar y a enlazar esta situación con otras muy recientes.
Po ejemplo, se me pierden objetos en casa, los busco y los busco y no los encuentro. Me paro frente a los estantes de la biblioteca y me quedo allí mirando por largos momentos y pensando: ¿Qué es lo que estoy buscando? Me levanto y en la ducha empiezo a intentar recordar que es lo que en el día voy a hacer…y luego, con esfuerzo, recompongo. A veces, párrafos que recitaba de memoria los olvido.
La suma del sueño, de la vivencia de la fiesta, de las perdidas de objetos, etc., me ponen en un estado, en una especie de ataque de vacío, que se hace intenso por el miedo a perder una cualidad que muchos dicen que tengo y de la cual he estado convencido: mi buena memoria. Alimenta ese miedo varias cosas que he leído: la peste del insomnio y una de sus manifestaciones: el olvido. Viene a mi pensamiento la idea de que dentro de poco voy a ponerle cartelitos a las cosas para que no se me olvide qué son, para qué sirven y cómo se usan, al estilo del método usado por José Arcadio Buendía en la obra de García Márquez.
Otra historia, que leí en Van Manen, atizó el fuego de pensamientos poco positivos en relación con mi memoria. En esta historia unas líneas me afectaron.
Dice Diane
- Por favor perdóneme, se que te conozco pero este es uno de esos días.
Dice Rich
- Pero Diane, soy tu primo.
El ataque de vacío regresó, se hizo más intenso.
Volví a García Márquez. José Arcadio inventó una Maquina de la Memoria que tenía fundamento en la repetición, para conjurar con ello el olvido. Y con el pensamiento en esta máquina empecé a recuperar la tranquilidad. Ese método es el mío, lo ha sido durante muchos años.
En mis estudios universitarios estaba a punto de fracasar en una asignatura. Había una posibilidad de recuperar lo perdido: una evaluación final cuyo único insumo era un libro de Introducción al psicoanálisis. Desde el inicio del semestre sabíamos del objeto de la ultima evaluación. Por ello, todos los días de las últimas semanas del semestre, muy puntual, a las cinco y treinta de la mañana, me sentaba en un rinconcito de la universidad a leer el libro. Lo leí seis, siete, ocho veces hasta que prácticamente pude recitar el texto completo. Mi máquina de repetición para la memoria estaba aceitada. Todos aquellos que me han conocido, en mis años de universidad dicen: “Él tiene muy buena memoria”, como si fuese un don que me permitiese a un golpe de ojo retener todo lo que leo. No, mi memoria es producto de un ejercicio constante de repetición que me permite integrar ideas y comprensión de los textos. Aprender, para mi, requiere esfuerzo, mucho esfuerzo.
Es cierto que yo olvido con frecuencia en qué lugar he dejado algo: Libros, llaves, elementos de aseo, trastos de cocina, el móvil, en fin. Y sin embargo, empiezo a caminar lo andado, a realizar recorridos por aquellos lugares en los que he estado y ello me permite recuperar objetos. Mi máquina de memoria tiene recursos diversos para hacer memoria.
Me he dicho últimamente, me lo repito: mi olvido es común, mi olvido es ordinario, mi olvido es de esos olvidos de los que comparten historias todos los demás.
El ataque de vacío desapareció. Sé de mi memoria, tengo una bien ejercitada memoria. Mi máquina de memoria funciona bien.
Hoy estoy seguro de que el próximo veintidós de este mes, a partir de las once de la mañana, un evento social acaparará nuestra atención. Iremos a una fiesta hawaiana en Santagueda a celebrar nueva primavera a una sexagenaria amiga. Solo hay en el futuro cercano un problema: que de pronto cancelen para ese día la celebración.